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Cuando el folk se vuelve hipnótico; “Crack Up” el regreso de Fleet Foxes

  • Alfredo Meraz
  • 20 jun 2017
  • 2 Min. de lectura

Después de seis años de verse eclipsados por su exbaterista (Father John Misty) la banda vuelve para reafirmar porque son uno de los mejores exponentes que el folk tiene entre sus filas hoy en día.


El álbum comienza con el sonido de una guitarra acústica a la que se le hace un rasgueo muy suave, enseguida, escuchamos la voz lenta y suave de Robin Pecknold y unos segundos después somos atacados por fuertes acordes que hacen evidente que esta tercer placa será fiel al sonido que tanto caracteriza a Fleet Foxes. Me refiero a ese folk oscuro, un poco barroco, con coros y cuerdas armoniosos que te ambientan dentro de un castillo en el siglo XVI.


Aunque no existe una notable evolución en el sonido del grupo -tomando en cuenta que su antecesor “Helplessness Blues” vio la luz hace seis años- “Crack Up” es el álbum más complejo de la banda, sus melodías siguen siendo únicas y sus letras bastante introspectivas.




A lo largo del disco es incontable la cantidad de ocasiones en las que una melodía suave, lenta y dormilona es sutilmente transformada en una explosión épica, rápida y estruendosa (sin dejar de ser armoniosa) de instrumentos acústicos.

Por lo general el desarrollo del álbum es guiado por las guitarras acústicas y una voz calmada, sin embargo, existen momentos en los que el ambiente se torna bastante oscuro.


“Third of May / Ōdaigahara” es una de las canciones más interesantes del disco. a lo largo de casi nueve minutos la melodía evoluciona lentamente, logra sumergirte en un viaje melancólico que se va haciendo lento y parece no tener final, las letras por otra parte exploran la relación de amistad que Robin Pecknold mantiene con el guitarrista cofundador de la banda Skyler Skjelset.

8/10


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